Wednesday, May 31, 2006

Banda Chilanga, chilanga banda/Soto


Sin duda ninguna tocada podrá compararse con esa noche en el Distrito Federal, porque no es lo mismo corear con Café Tacvba “Chilanga banda” al lado de miles de chilangos que hacerlo con miles de tapatíos, por muy miles que sean, o cantar “El metro” en el corazón de una ciudad con once líneas cuando en mi rancho apenas hay dos de Tren Ligero

José Soto

La plancha del Zócalo es más grande de lo que aparenta. Puedo confirmarlo. Cuando parece que está llena, una sonda mística la ensancha y permite que la marea humana se extienda incluso a las calles colindantes a la plaza de la Constitución, en el corazón de la ciudad de México.

Puedo confirmarlo, repito, porque yo estuve en la celebración de los 16 años del Café Tacvba. Y no lo vuelvo a hacer.

Fue el sábado 4 de junio, dos días después del concierto de Nine Inch Nails en el Palacio de los Deportes. Se trataba de romper el récord implantado en la presentación gratuita de Chayanne, el músico puertorriqueño que convocó a 130 mil personas en la plaza. Y el objetivo se cumplió con creces: 170 mil personas, aunque estoy seguro que éramos más, porque las estadísticas por metro cuadrado no incluyeron a las decenas que miraban a los tacubos desde el Majestic ni desde las oficinas de la Jefatura del Distrito Federal. De hecho, estoy convencido de que los matemáticos contratados por Andrés Manuel López Obrador no tomaron en cuenta a la gente apostada en las calles Tacuba, 5 de Mayo, 16 de Septiembre, 20 de Noviembre, Pino Suárez... No lo hicieron, estoy seguro, porque al terminar el concierto toda esa gente inundó el Paseo de la Reforma, el Eje Central, la avenida Hidalgo, Banderas... Inundó el propio Centro Histórico de la ciudad de México en busca de amigos, agua, cervezas y un lugar donde descansar del ajetreo provocado por la multitud.

Una vista desde la colina

Llegué a la plaza a las siete de la noche, pero estuve monitoreando la zona desde las tres de la tarde, cuando ya había gente apostada frente al escenario, en espera del concierto programado para las ocho y media de la noche. Qué importaban los 30 grados centígrados y el rebote del sol sobre la plancha del Zócalo, qué significaban para esa gente las horas de vigilia; custodiaban un lugar privilegiado.

Me instalé sobre la plancha, del lado Este del Zócalo. La gente bebía agua, compraba periscopios de cartón, discutía sobre las canciones que quería escuchar; y mientras, la plaza se iba convirtiendo en un hormiguero donde todos nos apretábamos más y más.

Y la explosión se produjo, a la hora exacta. La plaza se tornó una violenta marea con vida propia, que saltaba y formaba corrientes y olas y tsunamis. La letra de “El espacio”, del disco Revés, pareció el comienzo ideal para una gran fiesta: “De pronto me encontré viajando a gran velocidad, la atmósfera crucé y dejé de sentir la gravedad, y en instantes me perdí entre tanto astro fugaz”. Una gran fiesta que no se detuvo en tres horas.

Yo iba con cinco personas, cuatro de Guadalajara, una del Distrito Federal, pero en los primeros acordes de “El espacio” los perdí a todos; después supe que los acordes de “Cero y uno” y “Eo. El sonidero” nos iban distanciando más entre la multitud. A diferencia de ellos (uno incluso regresó a su hotel durante la primera pieza del concierto), la corriente me arrastró a un sitio muy cercano al asta bandera, en el centro de la plaza, como si el dios del rock me tentara y me llevara a la punta de la colina, donde viví el mejor concierto de Café Tacvba del que tenga memoria.

Quizá pudiera compararlo con la emoción de verlos en la Concha Acústica de Guadalajara en diciembre de 2004, acompañado de mi novia, pero ese día apenas tocaron dos horas. O tal vez deba recordar el concierto de noviembre de 2003, donde fui parte de esa masa de 30 mil personas que bailaron en la plaza Juárez, también de Guadalajara, aunque en esa ocasión me rompí el pie izquierdo en el slam y convalecí durante tres meses.

Pero sin duda ninguna tocada podrá compararse con esa noche en el Distrito Federal, porque no es lo mismo corear “Chilanga banda” al lado de miles de chilangos que hacerlo con miles de tapatíos, por muy miles que sean, o cantar “El metro” en el corazón de una ciudad con once líneas cuando en mi rancho apenas hay Tren Ligero. Nunca será lo mismo escuchar “Eo. El sonidero” en una ciudad que cada fin de semana congrega a centenares de parejas para bailar a los cuatro vientos, o tararear “El baile y el salón” en una plaza donde no hay más que cabezas y brazos levantados reclamando el himno tacubo.

Tres horas de energía

El espectáculo del Zócalo se pareció mucho al contenido en el DVD Un viaje, puesto a la venta en mayo pasado y que reúne los dos días de la celebración por el quinceavo aniversario de la banda en el Palacio de los Deportes, en noviembre de 2004. De hecho, hasta las palabras de Zizu Yantra, el vocalista de los tacubos, fueron similares a las de aquellas dos noches: “Queremos saber si a ustedes la música loca, la música desenfrenada, la música de los jóvenes les hace vibrar tanto como a nosotros mismos” y “Ahora, aprovechando este momento [mientras Lino Nava interpretaba un solo en “La chica banda”], presentaré al nuevo integrante de la aventura musical del Café Tacvba y le pediré que entregue unas bonitas preseas”.

El listado de canciones tampoco varió mucho, con excepción del orden. En lo que sí hubo movimientos fue en la rotación de invitados, pues ahora convocaron —además de Lino Nava (La Lupita), Jaime López, Rocco (Maldita Vecindad) y Alejandro Flores (considerado por muchos como “el quinto tacubo”)— a Miki Huidobro y Tito, de Molotov; El Señor González, ex Botellita de Jerez; Álvaro Henríquez, de Los Tres de Chile; dos músicos de “world music”, como los presentó el propio Zizu, y a Güili Damage, con quien cerraron la noche con una versión extraña de “La cumbancha”, original de Agustín Lara.

Más allá de las notas de prensa, que consignaron a ocho columnas el número de lesionados (Reforma: 100, La Jornada: 200, Milenio, 300, en números cerrados), el caso de la chica electrocutada y la poca capacidad de maniobra de los responsables de seguridad del gobierno capitalino, este tapatío puede gritar con orgullo: ¡¡estuve en la celebración de los 16 años del Café Tacvba en el Zócalo!

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